Ellen Vandyck
Director de Investigación
Las lesiones del LCA se producen sobre todo en los deportes de contacto y provocan importantes ausencias de la práctica deportiva. Tanto si se opta por la reconstrucción del LCA como si no, la fisioterapia desempeña un papel importante en la conservación de la función del cuádriceps. En los pacientes que optaron por la reconstrucción del LCA, se observó que la fisioterapia preoperatoria aumentaba la tasa de reincorporación al deporte y disminuía el riesgo de nuevas lesiones. Así pues, parece que la función preoperatoria del cuádriceps es un factor pronóstico importante para obtener buenos resultados funcionales tras la reconstrucción del LCA. Sin embargo, el momento de la reconstrucción del LCA puede variar. A algunos se les hace una reconstrucción temprana del LCA, a otros se les retrasa la operación 6 meses. Hasta ahora no hay consenso sobre los protocolos de entrenamiento preoperatorio del cuádriceps en las rodillas lesionadas por el LCA y se cree que el mejor momento sería comenzar la rehabilitación preoperatoria de la reconstrucción del LCA en un plazo de 3 meses. Para comprender mejor qué cambios se producen en el músculo cuádriceps durante este periodo de espera antes de la reconstrucción, se puso en marcha este estudio.
Este estudio transversal incluyó a 30 pacientes atendidos por un cirujano ortopédico con una rotura completa del LCA en los 3 meses siguientes a su lesión. Tenían entre 18 y 40 años y solían ser físicamente activos, como reflejaba su puntuación en la escala de actividad de Tegner, superior a 6 puntos. Se emparejaron con 30 controles sanos.
El resultado primario de interés fue la fuerza del cuádriceps, que se midió mediante la contracción isométrica voluntaria máxima (MVIC). Se permitieron tres intentos submáximos antes de realizar tres contracciones máximas de 5 segundos cada una. Se probaron tanto las rodillas lesionadas como las no lesionadas y se dio un periodo de descanso de 30 segundos entre las repeticiones.
Las características basales revelaron que tanto los participantes lesionados como los controles sanos eran comparables al inicio del estudio. Los sujetos lesionados se sometieron a la prueba una media de 35 (+/- 15) días después de la lesión del LCA.
La medición de la fuerza del cuádriceps mostró que, en los participantes con lesiones del LCA, el MVIC era menor en la pierna lesionada que en la no lesionada. En comparación con los controles sanos, se observó que también la pierna no lesionada presentaba una fuerza del cuádriceps inferior a la de los controles.
La observación de la fuerza inferior del cuádriceps en la extremidad no lesionada en comparación con los controles puede dar una imagen distorsionada. La participación deportiva suele verse afectada tras una rotura del LCA y esto puede haber provocado la disminución de la fuerza del cuádriceps en comparación con los controles sanos. Además, cuando se produce una lesión del LCA, la inhibición muscular artrogénica (IMA) es un déficit típico. El IAM reduce la activación muscular, lo que disminuye la fuerza muscular y da lugar a una biomecánica de movimiento anormal. También es posible que los efectos cruzados provoquen una disminución de la fuerza del cuádriceps.
En mi opinión, la reducción de la fuerza del cuádriceps también puede deberse al miedo, al dolor o a la reticencia a cargar el músculo. No me parecería extraño que alguien con una lesión de este tipo prefiriera evitar empeorarla extendiendo la rodilla con mucha fuerza. Además, no sabemos hasta qué punto los participantes lesionados siguieron la rehabilitación fisioterapéutica y, como no se controló esta variable, podría ser fácilmente que ninguno de ellos participara en la rehabilitación preoperatoria de la reconstrucción del LCA. Como tal, podría hipotetizarse que esos participantes demuestran más deficiencias en la fuerza del cuádriceps.
Debido a la naturaleza transversal de este estudio, no podemos afirmar con seguridad que la disminución de la fuerza bilateral del cuádriceps sea atribuible a la propia lesión del LCA. Podría ser que los participantes lesionados ya fueran menos fuertes en comparación con los controles sanos al inicio del estudio. Tal vez, tenían déficits de fuerza que condujeron a la actual lesión del LCA. Todas las variables de las que no sabemos nada y, por tanto, no se controlan en este análisis.
En este estudio se recomendó modificar el índice de simetría de las extremidades, ya que este valor se utiliza para expresar la diferencia de fuerza entre las extremidades sanas y las lesionadas. Como ambos valores eran inferiores a los de la fuerza del cuádriceps en el grupo de control, el LSI actual puede ser inexacto y podría sobrestimar las diferencias reales de fuerza entre ambas piernas.
Aunque el diseño de este estudio no permitió inferir la causalidad exacta, se observó una reducción de la fuerza del cuádriceps en los participantes con una lesión del LCA en comparación con los controles sanos. En particular, debe examinarse más a fondo la reducción de la fuerza que también se produjo en la extremidad no lesionada. Sería necesario incluir ejercicios de fortalecimiento bilaterales para promover los efectos cruzados y minimizar la inhibición muscular artrogénica.
Referencia adicional
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